Biblioteca con libros envenenados

    Como en la novela de Umberto Eco, el año pasado encontraron obras de los siglos XVI y XVII que habían sido archivadas con un poderoso tóxico y estaban al alcance del público.

     Tras ser hallados en la Universidad de Southern Denmark, en Esbjerg, Dinamarca, se depositaron dentro de unas cajas de cartón, ventilados y separados del resto de volúmenes con etiquetas de seguridad. La idea es digitalizarlos para minimizar el riesgo del contacto físico y no perder la valiosa información que contienen. Durante años, estos estuvieron al alcance de cualquiera de los usuarios, exponiéndolos al peligro, hasta que descubrieron que los tres libros habían sido embadurnados con arsénico.

Uno de los libros envenenados y hallados en Dinamarca. /Jakob Povl Holck y Kaare Lund Rasmussen.

     Este hecho recuerda a la obra del escritor Umberto Eco, El nombre de la rosa, en donde todas las personas que leían un manuscrito morían, debido a que sus páginas se encontraban envenenadas.

     Las cualidades venenosas de estos libros se detectaron mediante la realización de una serie de análisis de fluorescencia de rayos X. Y de casualidad, puesto que este análisis está originado en la creencia de que las cubiertas estaban hechas con pergaminos más antiguos.

     Jakob Povl Holck y Karee Lund Rasmussen son los investigadores que han hecho este peligroso descubrimiento y así lo relatan: «Llevamos estos libros a laboratorio porque, previamente, habíamos descubierto que se habían usado fragmentos de manuscritos medievales para hacer sus portadas». En el momento en el que intentaron transcribir los textos latinos que había en su interior, una capa verde dificultaba el proceso. Al someter a los libros a un escaneo con Rayos X, para descifrar la caligrafía, los resultados de laboratorio desvelaron que esa capa verde se trataba de arsénico.

     Este elemento químico se encuentra entre las sustancias más tóxicas del mundo, provocando desde una intoxicación hasta el desarrollo de un cáncer… o la muerte. Se necesitan apenas 0,15 gramos del rey de los venenos para acabar con la vida de una persona de 75 kilos. Una vez ingerido, camuflado con productos como la harina o el azúcar, el cuerpo lo asimila con rapidez. Del aparato digestivo al torrente sanguíneo, desde donde se distribuye por todos los órganos, aunque se concentra en las uñas, el pelo, la piel, las arterias y el hígado.

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