El libro, nuevo objeto de deseo gracias a las redes

En el mundo actual, atravesado por la tecnología, el papel está adquiriendo un papel protagonista. En plataformas como TikTok se han popularizado recomendaciones de lecturas de ciertas celebridades junto con, como no, una foto con el libro supuestamente leído.

Los libros han traspasado el umbral de lo personal para convertirse en una manifestación de nuestro punto de vista estético. Una señalización de nuestro mundo interior, en una época distraída y regida por las primeras impresiones, con todas las contradicciones que esto conlleva. Además, en sectores como la moda o el pop se está dando una fetichización de lo literario. Miu Miu organiza eventos en librerías, y las novedades en tapa dura forman parte de recomendaciones de estilo para la temporada. Gigi Hadid se pasea con El Extranjero de Camus como si fuera un bolso de firma, mientras que Dua Lipa, que ha montado un club de lectura, se hace fotos con una copia de Éramos unos niños de Patti Smith o invita a su club a Alana S. Portero, cuya novela debut, La mala costumbre, ya había recomendado.

Crédito Instagram Dua Lipa

«Frente a la falta de foco y atención, los libros emergen como esa casa a la que volver, refugiarse y reconectar con una misma», argumenta la analista de tendencias Francesca Tur. «Asociarse a ellos no es solo celebrar la pausa intencionada e ir a contracorriente de esta era fugaz e hiperestimulada, sino también vincularse a una identidad determinada. Una marca junto a Paul B. Preciado significa muchas cosas, lo mismo que esa chica sentada en el banco leyendo a Juana Dolores. Tal vez los libros no solo nos hacen estar aquí y ahora, celebrando lo que es físico y perdura, sino que nos identifican como personas, nos juntan (o separan) según grupos. Entonces, ¿son los libros los nuevos logos que me cuentan y definen hacia los demás?», se interroga Tur sobre el renovado romance entre moda y literatura.

Este culto no es una novedad, los bibliófilos desde siempre han valorado tanto su continente como su contenido. Y los libros, además de vehículos de transmisión cultural e intelectual, son artefactos, objetos más o menos bellos que nos gusta tocar, mirar y oler. Lo que llama la atención es que, en un momento definido por la información digital, los más jóvenes sean los que más querencia tienen por los tomos físicos. Hoy los nuevos fans de los libros son tiktokers o adolescentes que idolatran a ciertas autoras como si se tratase de estrellas del rock.

Si observamos el sector, es evidente que el papel no triunfa pese a la revolución digital, sino que vive un momento de popularidad precisamente gracias a ella, con las redes sociales como poderosos canales para el sector editorial. Hoy en día en TikTok existen más de 38 millones de videos con la etiqueta #BookTok y en Instagram hay 3.5 millones de publicaciones con el hashtag #shelfie, que alardean de estanterías.

A su vez, está el auge de los servicios de suscripción literaria, que combinan recomendaciones de lectura con una experiencia personalizada. aparentemente, los libros electrónicos solo son utilizados para no mostrar «los libros prohibidos» o que avergüenzan al lector en el transporte público: los bestsellers más comerciales o la literatura erótica.

«Los editores son muy conscientes de que si el libro es bonito, se va a enseñar en las redes. Por eso invierten en el diseño», opina la agente literaria Cathryn Summerhayes, de Curtis Brown. Por algo en ambientes poco artísticos y literarios, donde prima don dinero, están invirtiendo en ellos. ByteDance, la compañía china propietaria de TikTok acaba de lanzar una editorial en papel, 8th Note Press; y el empresario treintañero británico Steven Bartlett, podcaster, y autor de Diario de un CEO ha creado una división editorial de su compañía Flight Studio.

«Se nota que leer posee un renovado caché», reflexiona Lola Martínez de Albornoz, editora senior y responsable de Lumen Gráfica. «Y aunque desde el principio ha habido una cultura del libro bello, es verdad que existe hoy un fenómeno fan alrededor de ciertos géneros. Hay nombres que tienen seguidores tan enamorados de su obra, que compran todas las ediciones disponibles, y en la industria se ha tomado nota. Durante la reciente Feria del Libro de Fráncfort, dos inversores anunciaron que habían adquirido dos máquinas para cantos pintados, un detalle costoso pero cada vez más popular». Martínez de Albornoz explica que algunas obras cobran nueva vida gracias a un rediseño. «En Lumen solemos relanzar títulos de nuestro enorme fondo. Sacamos volúmenes de Iris Murdoch y Natalia Ginzburg con nuevas cubiertas y funcionaron muy bien».

Puede que la tecnología haya empujado a los libros hacia una dimensión estética más pronunciada, y esta suerte de cosificación, o incluso recosificación, provoca no poco debate. Este panorama, pese a todo, indica una transformación del negocio, que se ha desprendido de ciertas convenciones.

En un momento en el que vivir de la escritura es cada vez más complicado, para los autores es un golpe de suerte que Kendall Jenner meta tu libro en su bolsa de la playa, o que tu portada esté alineada con la microtendencia del momento. Freijo tiene claro que cualquier acercamiento es positivo. «Me parece fantástico», opina sobre la idea de escoger títulos por atracción visual. «Cualquier manera por la que un lector llegue a una obra tiene para mí exactamente el mismo valor».