Samanta Schweblin, otra vez finalista

En esta ocasión, del LiBeraturpreis 2021, un premio alemán que se otorga exclusivamente a escritoras de África, Asia, América Latina y el mundo árabe.

“Casi siempre comienza en los hogares. Ya se registran miles de casos en Vancouver, Hong Kong, Tel Aviv, Barcelona, Oaxaca, y se está propagando rápidamente a todos los rincones del mundo. Los kentukis no son mascotas, ni fantasmas, ni robots. Son ciudadanos reales, y el problema —se dice en
las noticias y se comparte en las redes— es que una persona que vive en Berlín no debería poder pasearse libremente por el living de otra que vive en Sídney; ni alguien que vive en Bangkok desayunar junto a tus hijos en tu departamento de Buenos Aires. En especial, cuando esas personas que dejamos entrar a casa son completamente anónimas”. Con esto se encuentra el lector de Kentukis (2018), la novela de Samanta Schweblin finalista del LiBeraturpreis 2021, un premio alemán que se otorga exclusivamente a escritoras de África, Asia, América Latina y el mundo árabe. Sí, además de obtener los premios “Casa de las Américas”; “Juan Rulfo”, Mandarache y de “Narrativa breve Rivera del Duero”, entre otros, ahora se encuentra a un paso de una nueva distinción.

En Kentukis, los personajes encarnan, de este modo, el lado más imprevisible y real del desmesurado complejismo tecnológico. Voyeurismo, prejuicios, exposición, influencia o cuidado sobre los otros. Todos son temas que se introducen en la intimidad, el deseo y la conducta humana de hoy. Con una escritura fuerte y descarnada, la autora argentina, residente en Berlín, plantea una la insólita y oscura idea: ¿se pude escapar de ese mundo de reflejos sensatos pero virtuales que nos atraen como espejitos de colores?

Foto: Samanta Schweblin / Facebook.Traducida a más de 25 lenguas, en el libro publicado en Argentina por Penguin Random House —y traducido al alemán por Marianne Gareis con el título Hundert augen (Cien ojos)—, Schweblin trató de explorar «hasta qué punto somos violentos como raza digital” a través de la invención de un juego que incluía, de un lado de la computadora, un peluche con cámaras filmadoras; y del otro, a un usuario que deseaba ser seguido y observado, pero a la vez sentir una compañía y algo parecido al cariño.

Organizado por la entidad Lit-prom desde 2013 y dotado de 3.000 euros, además de una invitación a la Feria del Libro de Frankfurt, todos los libros de escritoras incluidos en las listas llamadas Weltempfänger (receptor mundial) del año anterior son automáticamente nominados para el premio LiBeraturpreis.

Cuatro veces al año —en primavera, verano, otoño e invierno— Litprom publica una lista con los siete mejores títulos literarios de la respectiva temporada. Desde 2016, la ganadora se elige mediante una votación pública en línea, dando a todos los interesados en la literatura mundial la oportunidad de votar por su autora favorita.

“Pensar los premios para mujeres siempre complica un poco porque no me gusta participar en ningún evento o espacio en el que las mujeres nos vuelven a poner aparte, como las mesas de literatura en la que sólo participan mujeres. No quiero seguir perteneciendo a un grupo que ponen aparte”, expresa la escritora, pero aclara que, si piensa el LiBeraturpreis en términos de lenguas, la perspectiva cambia. “Este es un premio a lenguas que son minorías en una literatura que ya es minoría en Alemania, que es la literatura de traducción. El 17 por ciento de lo que se lee es en traducción y aunque parezca poco es un número altísimo en comparación a otros países. Entonces desde ese punto de vista es un premio necesario. Ojalá hubiera más”, reconoce la autora de los cuentos El núcleo del disturbio Siete casas vacías.

El resto de las nominadas 2021 son la colombiana Pilar Quintana, la nigeriana Oyinkan Braithwaite, la canadiense Ava Farmerhi, las indias Meena Kandasamy y P. Sivakami, la japonesa Mieko Kawakami, la sudafricana Koleka Putuma y Wilma Stockenström.

Acerca de la pandemia, Schweblin comenta: «Me atrapó en Lago Puelo, un pueblito de 2000 habitantes donde vive mi mamá y mi hermana. Quedé ahí varada y no pude volver a Buenos Aires para tomarme el avión a Berlín. Estuve como cuatro meses varada y la escritura me salvó. Hubiera sido muy difícil escribir ficción, estaba muy abrumada con todo lo que estaba pasando», recuerda la escritora. «Pero vía Zoom trabajé cuatro o cinco horas diarias con Claudia Llosa y escribimos un segundo guion. Ya habíamos escrito juntas la adaptación de Distancia de rescate. Eso me mantuvo más o menos cuerda».

¿No conocés la novela? Leé nuestra reseña de Kentukis.

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