Fue en el año 1929 cuando Antoine de Saint-Exupéry tuvo que aterrizar de emergencia en un campo cerca de Concordia, en Entre Ríos.
«Había aterrizado en un campo y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas, fue en un campo cerca de Concordia, en la Argentina», escribió Saint-Exupéry en el capítulo «Oasis» de su libro Tierra de hombres, donde relata sus aventuras como piloto de avión.
Allí descubre el castillo donde, se cuenta, vivían dos jovencitas que tenían domesticados dos zorros y algunas víboras, y su madre cultivaba rosas. Los investigadores consideran que aquella experiencia vivida por el escritor francés en la ciudad entrerriana fue inspiradora del libro más vendido y traducido en todo el mundo después de la Biblia: El Principito.
El Parque San Carlos es una reserva natural municipal ubicada a cinco minutos del centro de la ciudad, se destaca por sus selvas en galerías, lomadas, montes casi vírgenes y una vista hacia el Rio Uruguay que muestra las maravillosas islas de piedra de Salto Chico.
Saint Exupéry llegó a Buenos Aires el 12 de octubre de 1929, representando a la Aéropostale en la filial argentina como director y encargado de organizar la empresa para toda América Latina. Entre sus objetivos figuraban poner en marcha el ramal hasta Comodoro Rivadavia y estudiar la prolongación de esta línea hasta Río Gallegos. Esta experiencia inspiró su novela Vuelo nocturno, publicada en diciembre de 1931, galardonado con el premio literario Femina.
El autor francés visitó en varias ocasiones el castillo, que pertenecía a la familia francesa Fuchs. Allí conoció a las hijas del matrimonio, Susana y Edda Fuchs, que lo cautivaron de tal manera que inspiraron ciertas escenas de El Principito, como por ejemplo, el aterrizaje en terreno desconocido de un piloto, el encuentro con unas niñas rubias que le hablaban en francés y su relación con los animales del lugar, especialmente con una serpiente.
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