Llena de simbolismos, se trata de la última obra publicada y conocida de Juan Rulfo. Una obra que pasó un largo peregrinar en su clasificación, primero como un guion cinematográfico, luego como novela, después como cuento largo y al final quedar como novela corta.
«Amanecía. Por las calles desiertas de San Miguel del Milagro, una que otra mujer enrebozada caminaba rumbo a la iglesia, a los llamados de la primera misa. Algunas más barrían las polvorientas calles. Lejano, tan lejos que no se percibían sus palabras, se oía el clamor de un pregonero.
Uno de esos pregoneros de pueblo, que van esquina por esquina gritando la reseña de un animal perdido, de un niño perdido o de alguna muchacha perdida… En el caso de la muchacha la cosa iba más allá, pues además de dar la fecha de su desaparición había que decir quién era el supuesto sujeto que se la había robado, y dónde estaba depositada, y si había reclamación o abandono de parte de los padres. Esto se hacía para enterar al pueblo de lo sucedido y que la vergüenza obligara a los fugados a unirse en matrimonio…».
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