Se trata de la nueva figura que están incorporando las editoriales ante la presencia de colectivos minoritarios en la literatura. Su función es detectar errores, no del texto, sino de representación.
En los últimos años comenzaron a popularizarse en el mercado literario anglosajón las novelas de young adult que trataban temas delicados como el suicidio, la depresión o el abuso sexual. En esta literatura, a su vez, se incorporaron en las tramas una amplia diversidad de personajes, pertenecientes al colectivo LGTBIQ+, asiáticos, de color, musulmanes, etc. El problema surgió cuando algunas de estas obras, sin ser esta la intención real de su autor, hicieron una representación errónea u ofensiva del colectivo que abordaban. De esta manera, quedaba en entredicho la imagen del escritor y la de la editorial que publicó su obra.
Con el fin de impedir esto, las editoriales comenzaron a introducir en su grupo de trabajo a una persona que se ocupe de revisar incorrecciones de representación en los textos: los lectores de sensibilidad. Esta figura, que poco a poco fue haciéndose necesaria también en el panorama literario español, determina el nivel de veracidad con la que se plasma la realidad de un colectivo en un manuscrito. Detecta también si su tratamiento ha sido discriminatorio, por haber entrado en juego elementos como el desconocimiento o los prejuicios.
Con el tiempo, los autores también empezaron a recurrir a esta figura antes de enviar un manuscrito, para asegurarse de que su obra no resulte ofensiva.
Pero ¿cuál es la diferencia del lector de sensibilidad con respecto al lector cero? Mientras que este último no requiere de ningún conocimiento específico para ser elegido como tal (simplemente con que lea mucho y variado, podría cumplir con su función perfectamente), para ser lector de sensibilidad es necesario que este pertenezca a la minoría que se trata en el manuscrito o que, al menos, tenga algún tipo de relación con ella. Como el hecho de que pertenezca a un colectivo no significa necesariamente que esa persona sepa hacer una valoración acertada de su representación en una obra literaria, es importante determinar el conocimiento que posee sobre el tema.
También hay que tener en cuenta que la labor que realizan el lector cero y el lector de sensibilidad es diferente y, por lo tanto, cada uno hará una lectura distinta del manuscrito. El lector cero hace una valoración sobre el libro en su totalidad (trama, personajes, ritmo…); en cambio, el lector de sensibilidad, por su parte, solo atiende a un aspecto de la obra en concreto: ¿es una representación realista del colectivo?, ¿cae en prejuicios?, ¿estigmatiza?, etc.
A pesar de la importancia de esta figura, no se libró de crítica y polémica por parte, sobre todo, de los autores. Estos consideran que su trabajo es juzgado y censurado. Esta mirada es errónea por diferentes motivos. Por un lado, porque en ningún caso se obliga a un autor a que su manuscrito sea leído por un lector de sensibilidad, aunque contar con él debería considerarse como un trabajo cercano a la documentación. Por otro, la valoración que realiza un lector de sensibilidad no es un trabajo de corrección, por lo que el autor puede decidir no atender sus aportaciones y mantener el manuscrito tal y como estaba.
En definitiva, la labor del lector de sensibilidad parece ser necesaria a la hora de sacarle el máximo potencial a una obra. Sería importante, entonces, quitarle los prejuicios a los que está sometida esta figura, y considerarla un apoyo en lugar de una amenaza.