El autor de La sombra del viento murió en Los Ángeles, por un ataque al corazón, consecuencia del cáncer que padecía.
“Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él.”La Sombra del viento, Carlos Ruiz Zafón
Carlos Ruiz Zafón, el escritor español contemporáneo que supo atraer la atención con sus obras, falleció la madrugada del viernes 19 de junio a los 55 años, por un ataque al corazón, consecuencia de un cáncer que padecía desde hace algo más de dos años.
“Hoy es un día muy triste para todo el equipo de Planeta que le conoció y trabajó con él durante 20 años, en los que se ha forjado una amistad que trasciende lo profesional”, señaló en un comunicado su editorial, que le calificó como “uno de los mejores novelistas contemporáneos”.
La postura vital y profesional de Ruiz Zafón fue siempre, de manera buscada, inversamente proporcional a su eco popular. “No quiero pasar por gracioso ni decir bobadas”, justificaba su escasa presencia pública en 2008 cuando aparecía El juego del ángel, segunda entrega de la que posteriormente sería la tetralogía El cementerio de los libros olvidados, iniciada con una La sombra del viento que era ya uno de los mayores fenómenos editoriales españoles desde la democracia.
La discreción y hasta un atisbo de timidez reforzaban, en lo personal, esa actitud profesional en quien ya en ese 2008 era un auténtico fenómeno socioliterario, como demostraban las inmensas colas que generaban las firmas de libros por Sant Jordi, lo que obligaba a su editorial, Planeta, a pactar con el Consistorio barcelonés un espacio específico y aislado y una carpa para él solo. Unas firmas que iban acompañadas de la figura de un dragón, su animal fetiche, que acabó incorporando a sus obras y del que tenía una espectacular colección en todos los formatos imaginables.

“La literatura es un gueto de mediocridad, aburrimiento, pretensión y pose”, afirmó en esa línea. Pero como acabaría ocurriendo en la casi decena de títulos que conforman su producción, quizá estaba jugando con el doble, con los contraespejos, uno de sus recursos estilísticos preferidos (“Siempre he pensado que cada uno de nosotros acaba siendo una versión de lo que hubiéramos podido ser”, sostenía). Porque desde los cuatro años, Ruiz Zafón, el niño que vivía cerca de una Sagrada Familia que con sus formas gaudinianas dejó impronta en su trastienda emocional, quería ser escritor. La trayectoria hasta llegar a ello le ayudó: la carrera de Periodismo que no acabó y otra muy brillante en el ámbito publicitario, donde empezó de copy y acabó de director creativo, en agencias como Dayax, Ogilvy o Tandem/DDB. “Es un mundo que está tocando a la literatura. Ahí aprendes a ver el lenguaje, las palabras como imágenes”, decía, recordando que Don Delillo también hizo esa singladura.
Ruiz Zafón obtuvo casi una veintena de premios literarios y había prácticamente parado su labor como escritor: El Príncipe de Parnaso, de 2018, relato no venal ambientado en la serie de El cementerio…, fue lo último que salió a la luz. Lejos de quedar afectado por su éxito comercial, sentía como pocos el peso y la responsabilidad del escritor, como demostraron los casi siete años transcurridos entre La sombra del viento y su continuación, que quizá no por azar empezaba: “Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia (…). Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene un precio”. Lo recordó siempre.
Fuente: El País
Imagen destacada: Leonardo Cendamo / Getty Images