¿Cultura de la cancelación?

En ciertas universidades británicas están poniendo en entredicho algunas obras literarias, como la saga de J. K. Rowling y el clásico de George Orwell, 1984, por su contenido.

¿Qué significa esto? Que lo que no se ajusta a la cotidianidad, lo que desagrada o causa un supuesto daño se debe «cancelar». Así, la saga de Harry Potter, de J. K. Rowling, fue “cancelada” por ser considerada transfóbica. Esto sucede en ciertos contextos universitarios de Gran Bretaña. Por ejemplo, un departamento de la Universidad de Chester (Inglaterra) advirtió sobre la dificultad de estudiar el primer volumen de la saga, puesto que “puede conducir a conversaciones difíciles sobre género, raza, sexualidad, clase e identidad”, según argumentan.

¿Dónde?

Esto ocurre en el primer año en el módulo de Enfoques de la Literatura, dirigido por el Dr. Richard Leahy, según publica Mail Online. Allí también se examinan Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, y La aurora boreal, de Philip Pullman.

Desde la universidad destacan que están abiertos a discutirlo si algún estudiante no está de acuerdo. “Estos temas serán tratados de manera objetiva, crítica y, lo que es más importante, con respeto”, sostuvieron las autoridades.

En contra de esta nueva postura de algunas instituciones educativas está el parlamentario Andrew Bridgen, quien le dijo a Mail Online que estas historias generan “resiliencia” y que “es muy triste que las universidades busquen robarlas con ridículas advertencias”.

“Por supuesto, incluimos un párrafo genérico en nuestras listas de lectura para llamar la atención sobre la oportunidad de que los estudiantes hablen con los tutores si algo es particularmente difícil debido a su relevancia personal (…) Las discusiones del seminario son suficientes para que un estudiante ponga un tema en contexto”, aseguró un vocero de la Universidad de Chester, quien además sostuvo que su entidad educativa “promueve las discusiones en lugar de evitarlas”.

Este no es el único caso. En la Universidad de Northampton, también de Inglaterra, cuestiona el clásico 1984, de George Orwell, ya que incluye “material explícito” que puede considerarse “ofensivo y molesto”. En la materia Identidad bajo construcción, el programa advierte que “aborda temas desafiantes relacionados con la violencia, el género, la sexualidad, la clase, la raza, los abusos, el abuso sexual, las ideas políticas y el lenguaje ofensivo”. Irónicamente, esta obra —considerada como una de las más importantes del siglo XX— denuncia la censura y el control.

 

Maus, de Art Spiegelman, otra de las obras cuestionadas.

Más ejemplos

También hay otros libros “ofensivos y molestos”: Final de partida, de Samuel Beckett, y la novela gráfica V de vendetta, de Alan Moore son algunos de ellos. “Somos conscientes de que algunos textos pueden ser desafiantes para algunos estudiantes y lo hemos tenido en cuenta al desarrollar nuestros cursos”, expresa un comunicado.

La Junta Escolar del Condado de McMinn, en Tennessee, decidió prohibir la novela gráfica Maus, de Art Spiegelman, que trata sobre el Holocausto. «La historia transcurre en la década de 1970 en Nueva York, donde el joven Spiegelman trata de entrevistar a su padre sobre su vida en Europa, la persecución, Auschwitz y la emigración. Ambos tienen cabeza de ratones; los polacos de la novela lucen como cerdos y los alemanes, como gatos».

No hay discusión en cuanto a que es una historia polémica. Sin embargo, tiene como objetivo que el lector tome conciencia sobre el horror de lo sucedido. Además, es ganadora del Premio Pulitzer. En CNBC se destaca que la Junta votó eliminarla el 10 de enero pasado del plan de estudios de artes del lenguaje de octavo grado, por “preocupaciones sobre blasfemias y una imagen de desnudez femenina en su representación de judíos polacos que sobrevivieron al Holocausto”, se lee . A este medio, el autor confesó estar “un poco desconcertado por esto”.

En otras partes del mundo, específicamente, en Oklahoma (EE.UU.), el senador republicano Rob Standridg busca la aprobación de un proyecto para prohibir en las escuelas públicas “libros que aborden el estudio del sexo, las preferencias sexuales, la actividad sexual, la perversión sexual, las clasificaciones basadas en el sexo, la identidad sexual, la identidad de género, o libros que tienen contenido de naturaleza sexual que un padre o tutor legal razonable querría conocer o aprobar antes de que su hijo esté expuesto a él”.

Esté o no de acuerdo el lector con estas posturas, lo concreto y real es que no hay nada que no pueda aprenderse a través de un libro.

En relación a todo lo expuesto anteriormente en este artículo, el parlamentario Bridgen le dijo a Mail Online: “Hay una cierta ironía en que los estudiantes de ahora reciban avisos previos a la lectura de 1984. Nuestros campus universitarios se están convirtiendo rápidamente en zonas distópicas del Gran Hermano, donde se practica la neolengua para disminuir el rango de pensamiento intelectual y cancelar a los hablantes que no se ajustan a él”.

Otras voces, como la del biógrafo de George Orwell, David Taylor, exclaman: “Si bien los adolescentes pueden encontrar alguna de las escenas de la novela como perturbadoras, nadie en edad universitaria puede sorprenderse por el libro”.

Es una realidad que las obras literarias son escritas en épocas históricas determinadas que influyen, directa o indirectamente, en el contenido que exponen. Lo mismo sucede con los escritores: no son seres aislados de su entorno, todo lo contrario, están inmersos en un contexto socioeconómico y político concreto; no nacen de un huevo como personas adultas. Esto no implica que los libros sean obsoletos, que pierdan su importancia histórica —por supuesto, estamos hablando de determinadas obras literarias— y que deban tacharse del currículo de una institución educativa. Mucho menos en casos como el de 1984, que denuncia y expone los mecanismos del poder que pueden (y lo hicieron) ejercerse sobre una sociedad.

Por esa razón, algunos se preguntan: ¿es la cultura de la cancelación uno de esos mecanismos?

“La cancelación no es propiedad de nadie y a su vez nadie está exento de ella, no respeta actualidades, trayectorias ni billeteras, pero siempre tuvo algo que la caracteriza: una moral”, escribe Juan Gabriel Batalla en La cultura de la cancelación: del juicio público a la era del clickbait.

Si bien es un fenómeno antiguo, explica Batalla que, “en tiempos de pandemia, el gesto se replica como una nueva cepa de la censura y toma las características de sus herramientas de circulación: las redes sociales”.

¿Tú qué opinas?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *